Quisiera agradecer a todos las felicitaciones recibidas por el "discursito" de la entrega de diplomas, ha sido un gran orgullo el haberlo hecho en nombre de todo el DAGE27 y de todos los alumnos de la escuela de negocios Lluis Vives.
Reconozco que tuve mis dudas cuando me lo propusieron, y no tanto por el "marrón" en el que me metía, ya que aparte de eso, para mí era todo un reto y como os he dicho un orgullo, sino por la legitimidad que tenía de ser yo quien dispusiera de ese privilegio. Me convencierón diciendo que algunos compañeros me habían nombrado, y yo me convencí pensando que no habría una forma eficiente de resolverlo que no fuera a dedo.
Aparte del mal trago, creo que fue una experiencia interesantisima y es que en el fondo me encanta hablar en público, yo no sé si a vosotros os pasa, pero despúes del mal rato que pase antés y al principio del discurso, luego ya me lanzé e incluso se me hizo corto.
Ya creo que tengo otro en marcha, ya que una amiga profesora de la Universidad de Valencia me ha pedido que de una charla de 1 hora en un seminario de Dirección de Empresas de la Facultad de Económia. A ver que sale.
Mientras tanto os dejo el discurso escrito (que ya os envié) y os recomiendo "El mundo de ayer" de Stefan Sweig publicado en España por Acantilado.
" Se me ha encomendado la responsabilidad de dirigirme a todos ustedes en nombre de todos los compañeros que, como yo, han realizado algún curso durante el pasado año en esta Escuela de Negocios de la Cámara de Comercio de Valencia.
Me gustaría comenzar, para que puedan entender mi sentir, con un texto de Stefan Zweig, famoso autor teatral austriaco de principios del siglo XX, que me permite contextualizar la historia… Dice así:
“
Si busco una fórmula práctica para definir la época de antes de la Primera Guerra Mundial, la época en que crecí y me crié, confío en haber encontrado la más concisa al decir que fue la edad de oro de la seguridad. Todo en nuestra monarquía austriaca casi milenaria parecía asentarse sobre el fundamento de la duración, y el propio Estado parecía la garantía suprema de esta estabilidad. Los derechos que otorgaba a sus ciudadanos estaban garantizados por el Parlamento, representación del pueblo libremente elegida, y todos los deberes estaban exactamente delimitados. (…) Todo el mundo sabía cuánto tenía o cuánto le correspondía.(…) En aquel basto imperio todo ocupaba su lugar, firme e inmutable, y en el más alto de todos estaba el anciano emperador; y si éste moría, se sabía (o se creía saber) que vendría otro y que nada cambiaría en el bien calculado orden. (…)
Hoy, cuando ya hace tiempo que la gran tempestad lo aniquiló, sabemos a ciencia cierta que aquel mundo de seguridad fue un castillo de naipes”.
Stefan Zweig nunca aparecerá en la literatura empresarial, pero para mí su obra “El mundo de ayer”, a la que pertenece este texto, es muy inspiradora, tanto desde el punto de vista personal como empresarial. En ella nos cuenta como su vida es destrozada primero por la “Gran guerra”, que destruye su país, luego por la anexión alemana, (él es judío) y por último, cuando ya vive en Londres, por la Segunda Guerra Mundial, allí es un extranjero enemigo.
A Sweig que nació y vivió su juventud en una sociedad en la que todo era perdurable y previsible, como él mismo cuenta: “en el mejor de los mundos posibles”, se le desmoronó su mundo tres veces a lo largo de su vida, pero pese a ser un mundo convulso, probablemente cambió mucho más despacio que nuestro propio mundo. Hoy los acontecimientos se precipitan a una velocidad inimaginable, lo único que podemos asegurar del futuro es que las cosas van a cambiar, y van a cambiar cada vez más deprisa.
Es nuestra responsabilidad, como empresarios y como ciudadanos, estar preparados ante estos cambios que se están produciendo, y dentro de esta responsabilidad, la permanente búsqueda de las mejores prácticas empresariales, de modelos de gestión más eficientes, de actualización tecnológica, innovación y, en definitiva, la continua formación son un pilar básico para garantizar nuestro progreso como sociedad, respondiendo a los retos que, como la globalización, la responsabilidad social, el medio ambiente, los flujos migratorios o la sociedad del conocimiento nos están poniendo a prueba cada día.
En este entorno tan dinámico, no cabe duda que la función que desempeña la Cámara de Comercio a través de esta Escuela de Negocios Lluis Vives, ofreciendo formación de calidad, es capital. Pues además de contribuir con su experiencia a aportarnos los conocimientos, herramientas y habilidades que necesitamos los empresarios, la Escuela de Negocios Lluis Vives nos ha permitido conocernos entre nosotros, y ha sido el vínculo que generará a partir de ahora, entre los que en sus cursos participamos, un grupo de amistad que perdure y un foro de encuentro que ha creado y creará en el futuro sinergias que producirán grandes frutos.
Pero, reconociendo la importancia de lo hecho hasta ahora, no nos podemos quedar aquí y hemos de seguir trabajando para garantizar, que nuestro mundo no solo no se desmorona, como el mundo de Zweig, sino que lo construimos impulsándolo hacia un modelo más solidario, justo y prospero. Y estoy seguro que la Cámara de Comercio continuará contribuyendo a ello facilitándonos los medios.
No quiero dejar de recordarme, y de paso recordar a todos los alumnos de esta Escuela de Negocios, que no basta con formarse, no hemos hecho más que empezar… es ineludible poner en práctica lo estudiado, inseguros al principio, cometiendo errores, pero aprendiendo de los mismos y mejorando paso a paso nuestras empresas, y por tanto nuestra sociedad. Al fin y al cabo, quien no siembra su saber, no sabe nada."
